Pueden haber ahora tareas de espionaje o puede que siempre las hubieron. Voceros públicos oficiales y opositores de diferentes organizaciones se pronunciaron sobre la denuncia que lanzó el diario La Nación: en Tucumán la Policía monitorea lo que hacen gremialistas y políticos y esa información es remitida a funcionarios de la Casa de Gobierno. Nadie dijo que se trata de una interna feroz que sacude al Ministerio de Seguridad Ciudadana. Varios se comen los amagues de conspiradores de trayectoria que, desde afuera de la fuerza, poseen más influencia que los que están adentro y hacen temblar la estructura de ese ministerio.
La batalla de fondo se libra en la Policía y de allí surgen las operaciones en contra de los jefes de azul y de los que se visten con saco y corbata. Las primeras bombas apuntaron contra el ministro Mario López Herrera.
Los rumores respecto de que Fernando Juri iba a ser el nuevo titular del área fueron una suerte de aviso para el funcionario: algunos policías se molestaron por una serie de cambios que se produjeron en Infantería por orden de López Herrera y regaron de chismes la calle. Los rociadores del rumor, en esa ocasión, fueron ex encumbrados comisarios que mantienen lazos con policías rasos y con funcionarios importantes.
Como esa advertencia incomodó poco, los mismos actores elevaron la apuesta. Charlaron con quien quisiera escucharlos y les dijeron que la Policía espía a actores sociales tucumanos. Involucraron en la jugada al ministro y al secretario de Seguridad, Eduardo di Lella. Buscaron dañar sólo a uno de ellos, que es el que incomoda a un grupo importante de líderes policiales.
Como un matrimonio por conveniencia
El peor de los problemas que enfrenta el área de Seguridad es el de las internas. Porque muchos hombres de esa fuerza no están ocupados ni preocupados en la forma de combatir y prevenir el delito, sino en cómo beneficiar o perjudicar a uno de los dos máximos referentes de la Policía. No es un secreto que el jefe y el subjefe de la fuerza prácticamente no cruzan palabra. Jorge Racedo cortó diálogo con Luis Pedraza apenas unos meses después de asumir en el cargo, pero -cual matrimonio por conveniencia- el dúo roto continúa vigente porque fue pergeñado por distintos padrinos, ninguno de los cuales está dispuesto a ceder la cabeza de sus ahijados. Racedo llegó con algún guiño de López Herrera y con el visto bueno de su antecesor. Pedraza fue el hombre propuesto por Di Lella. Por ello, la dupla sigue junta aunque haya un interés de reemplazar al ex jefe de Infantería Pedraza. Sin embargo, la apetencia política otra vez se impone sobre la necesidad -nada menos- de llevar más seguridad a la sociedad.
En las oficinas de la Casa de Gobierno afirman que José Alperovich observaba con poco interés la interna en esa área de su Gabinete, ya que lo de las peleas y roces eran -según su visión- apenas algunos rumores sobre rispideces propias de la lucha por espacios políticos. Se preocupó un poco más tras la publicación de La Nación, pero no se vislumbran cambios ni en la cúpula policial ni en la del Ministerio. Si se produjeran -afirman los más cercanos al gobernador-, se harán en momentos de calma y no de crisis.
Si se fuera López Herrera, habrán triunfado los viejos popes de la Policía, con la ayuda de algunos funcionarios que buscan sentarse en el despacho del abogado. Si se modifica la cúpula policial, el espaldarazo será para el actual ministro.